En la Europa blanca, heterosexual, patriarcal y androcentrista el animal salvaje y el nativo se convierten en objetos de observación y entretenimiento; representan lo exótico y lo diferente; son objetualizados para poder ser explotados y rentables. Y, sobre todo, se convierten en la representación moderna del otro: lo diferente, lo ajeno, lo extraño, lo contagioso.
La alteridad como base ideológica del racismo.
El deseo de domesticación como fundamento del sometimiento y la destrucción.